Toni Negri

Negri filósofo: amor y potencia

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"Negri fue un lector y un continuador de Marx, en una increíble combinación de literalidad y libertad", sostiene el filósofo francés, que invita a tomar de Toni la articulación productiva entre conocimiento e imaginación.

Lo primero que me llamó la atención de él, aparte de su figura increíblemente juvenil a cualquier edad, fue su singular sonrisa, a veces carnívora, a veces irónica o llena de afecto. Me impactó la primera vez que nos vimos, a la salida de un seminario en el Collège international de Philosophie. Se había escapado de Italia gracias a unas elecciones que le habían librado temporalmente de la cárcel. Estábamos conmocionados por el auge del reaganismo y del thatcherismo, que habían hecho añicos las ilusiones nacidas de la victoria socialista de 1981. ¿Qué podíamos hacer en esta debacle? “¡Pero la revolución!”, explicaba Toni, radiante de optimismo: avanzaba a través de innumerables movimientos sociales, uno más inventivo que el otro. No estoy seguro de habérmelo creído realmente, pero salí de allí libre de mis negros humores y conquistado para siempre.

No había asistido al famoso seminario sobre los Grundrisse de Marx, organizado en 1978 en la Escuela Normal Superior de París por Yann Moulier-Boutang, del que me dijeron que era tan fascinante como esotérico. Yo no sabía casi nada del operaísmo, del que él era una de las cabezas pensantes. Para mí, Negri era ese teórico y practicante de la “autonomía obrera”, a quien el Estado italiano, atrincherado por la connivencia del ejército y los servicios secretos estadounidenses, había intentado convertir en el cerebro del terrorismo de extrema izquierda —una acusación que se derrumbó como un castillo de naipes, pero que lo puso entre rejas durante años—. Antes y después de su estancia, rodeado de camaradas cuyas vidas eran ahora más tranquilas, pero cuyas pasiones estaban intactas, fue el pilar de esa Italia francesa, imagen especular de la Francia italiana que habíamos soñado antes del 68. Juntos, en torno a algunas revistas y seminarios, iniciarían una nueva temporada filosófica y política. Negri, con sus provocaciones y estudios, habría sido su inspirador.

Me limitaré a dar algunas indicaciones elípticas, eligiendo las referencias según mis afinidades. Spinoza, por supuesto. Tras el estruendo de La anomalía salvaje (1982 para la edición francesa, precedido de prefacios de Gilles Deleuze, Pierre Macherey y Alexandre Matheron) vinieron otros ensayos bajo la bandera de las palabras con las que se interrumpe el Tratado político del solitario de La Haya: “el resto falta”. Este resto, a diferencia de otros, Negri no ha intentado reconstruirlo, sino inventarlo, siguiendo el hilo de una teoría del poder de la multitud, que funde la metafísica del deseo y la política democrática, contra toda concepción “trascendental” del poder, resultado de la estrecha connivencia entre el derecho y el Estado. Spinoza, el anti-Hobbes, el anti-Rousseau, el anti-Hegel. El hermano de los insurgentes napolitanos de los que tomó prestada la figura. Las discusiones a favor y en contra de este “Spinoza subversivo”, que dejó su huella en el gran Spinoza-Renacimiento contemporáneo, no han cesado nunca.

Volvamos al problema de la libertad y de la emancipación del trabajo, que parte de Spinoza y converge con Foucault, pero también con Deleuze, por el profundo vitalismo que opera en la oposición entre la biopolítica de los individuos y el biopoder de las instituciones. Reinscribe en la idea misma de “poder” la oposición anteriormente establecida entre éste y la “potencia”, y autoriza a retomar el viejo tema leninista del “doble poder” como la esencia misma del proceso revolucionario, pero transformándolo de una oposición Estado-partido a una oposición Estado-movimiento.

Los fundamentos de este tema pueden encontrarse ya en su libro de 1992, El Poder Constituyente (traducido al francés en 1997). Para mí es uno de los grandes ensayos de filosofía política del último medio siglo, en diálogo con Schmitt, Arendt, los juristas republicanos, basado en una genealogía que se remonta a Maquiavelo y Harrington. Todo poder constituido está precedido por una insurrección a la que pretende “poner fin” para domesticar a la multitud, enfrentándose correlativamente al exceso de poder constituyente con respecto a las propias formas de organización revolucionaria que se da.

Volvamos a Marx para concluir. Negri fue un lector y un continuador de Marx, en una increíble combinación de literalidad y libertad. Marx más allá de Marx (1979) significa llevar a Marx más allá de sí mismo, y no “refutarlo”. Este era ya el sentido de los análisis de la ‘forma-estado’ en los tiempos del operaísmo militante. Es el de la ingeniosa extrapolación de los análisis de los Grundrisse sobre el maquinismo industrial (el general intellect), que cobran todo su sentido en plena revolución informática y del “capitalismo cognitivo”, cuya ambivalencia permiten captar desde el punto de vista de las transformaciones del trabajo social. Una lucha permanente entre “trabajo muerto” y “trabajo vivo”.

Y este, seguramente, es el sentido de la gran trilogía escrita junto a Michael Hardt: Imperio (2000), Multitud (2004), Común (2010), seguida de Asamblea (2017), en la que, contra la tradición del ‘socialismo científico’ y su problemática de la transición, construyen la tesis con acentos franciscanos y lucrecianos de un comunismo del amor que ya está ahí, no en los “poros” de la sociedad capitalista como había escrito Marx, retomado por Althusser, sino en la resistencia creativa a la propiedad exclusiva y al estado de guerra generalizado del capitalismo “globalizado”, encarnada por las revueltas y los experimentos que renacen continuamente, con los nuevos “comunes” que hacen emerger.

Siempre, pues, ese famoso optimismo de la inteligencia, que ahora comprendemos que no tiene nada que ver con la ilusión de un sentido garantizado de la historia, sino con la articulación productiva entre el conocimiento y la imaginación, las “dos fuentes” de la política. Toni nos deja hoy la fuerza de su deseo y de sus conceptos. Sin olvidar su sonrisa.

Publicado el 19 de diciembre de 2023 en Le Monde.

Traducción: Diego Picotto y Verónica Gago.

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