Comienzo con una imagen-recuerdo que viene del ala de mujeres en la cárcel de Rikers en Nueva York, cuando entraba para dar un taller de escritura en español para las mujeres hispanohablantes encarceladas, y que condensa elementos que son las bases de este libro: la cárcel de mujeres, las demandas de justicia, la comprensión múltiple de las violencias. Se trata de un cartel que había en el baño de la cárcel que decía: “Denuncia la violencia sexual”. Es una imagen-hojaldre que habla de muchos niveles y constela preguntas que tienen que ver con el latido y la tonalidad de este libro. Por un lado, la posibilidad de “denunciar” el abuso sexual dentro de la cárcel es un paso muy importante que se vincula con la lucha por el reconocimiento de la violación y la violencia de género que acontece en las cárceles. Engarza también con luchas y demandas colectivas organizadas por mujeres, personas trans y disidentes de género en el año 2017 en California, bajo la consigna #MeTooBehindBars / #MeTooTrasLasRejas, que instalaron el tema de la violencia sexual en las cárceles y que repercutieron en varios lugares (1). En ese contexto de lucha, también se hicieron distintas demandas en la cárcel de mujeres de Nueva Jersey que dieron pie a comenzar un proceso de cierre del sitio por la asociación directa que había entre cárcel y violación por parte de los guardias a las mujeres presas (2). La noticia circuló y abrió una sensibilización hacia un tema que, como tantos de los vinculados con las cárceles, se mantienen invisibilizados y excluidos de lo que suena relevante en el mundo corporativo mediático.
Volviendo al cartel en el baño de Rikers, lo que me incomodaba era que esa denuncia asumía la cárcel como un sitio aparte y separado de esa violencia sexual que instaba a denunciar, invisibilizándola como espacio en el que acontecen cotidianamente múltiples violencias (abuso de autoridad, silenciamiento, explotación laboral, privación de aire, violación permanente a la salud de cuerpos sin luz, aislados, encadenados, a veces esterilizados sin consentimiento). El desafío entonces es recorrer el problema en toda su extensión: es decir, no quitarle la fuerza al cartel en el que se materializaba una lucha importantísima por parte de quienes se animaron a empezar una demanda colectiva frente al abuso sexual y, al mismo tiempo, poder articular esa demanda en un horizonte más grande. ¿Cómo definimos el comienzo y el fin del abuso de género en el contexto de violencia que es la cárcel? ¿De qué formas podemos usar las denuncias de la violencia sexual en la cárcel como estrategia para problematizar la cárcel misma como sitio de “resolución” de problemas?
¿Cómo anudar esas demandas en formas que no se limiten a la mera protesta y exigencia de que el sistema responda en su retórica de justicia patriarcal, racista, clasista, heterosexista y fóbica a las disidencias de género? Si reducimos la demanda a respuestas de justicia patriarcales, se nos borra la relación entre la violencia interpersonal y la sistémica; es decir, perdemos la lectura de las violencias que los feminismos populares están poniendo en el centro del mapa. Esa limitación dejaría de lado la pregunta más grande y compleja: ¿Cómo construimos otro mundo en formas creativas y singulares, dentro de las dinámicas de este, mientras resistimos?
¿De qué formas podemos usar las denuncias de la violencia sexual en la cárcel como estrategia para problematizar la cárcel misma como sitio de “resolución” de problemas?
La escritura de este libro ha sido para mí un proceso que intenta conectar mundos en los que he participado a lo largo de una década en la ciudad de Nueva York, en la que todavía soy un poco extranjera. Intento mapear y enlazar preguntas y reflexiones que salieron de diferentes prácticas y luchas. Por un lado, el aprendizaje que viene de la participación en Critical Resistance (3). y la lucha por la abolición del sistema carcelario en un país marcado históricamente por prácticas esclavistas, racistas, clasistas, imperialistas e intervencionistas. Al usar el término abolición en la lucha anticarcelaria, se traza una continuidad múltiple con el sistema de esclavización de personas, en donde vigilancia y encarcelamiento sostienen e intensifican formas de control, subordinación y explotación (4). En ese sentido, siendo Estados Unidos uno de los países del mundo con más personas tras las rejas y siendo estas personas en su mayoría Negras, de Color, Latinxs, Migrantes, la cárcel es un espacio que marca la separación entre las vidas que se conciben como vivibles y las vidas que el sistema califica, de antemano, casi como desechables. Como dice Ruth Gilmore, dentro de una sociedad carcelaria, se condensa la muerte prematura como destino (5). En la lucha abolicionista carcelaria, se trama la búsqueda para responder a la pregunta: ¿Cómo imaginamos un mundo en el que la cárcel no exista como forma de “solucionar” y “responder” a una multiplicidad de problemas que fueron generados y creados por el capitalismo? Se trata de un movimiento múltiple que recobró fuerza en los años noventa y que ha generado muchos de los saberes que recorren este libro.
Otro hilo viene de los diferentes procesos en los que he participado desde la irrupción de Occupy Wall Street, en torno al rol crucial de la construcción de comunes como modos de generar alternativas al capitalismo desde el ahora (6). En ese proceso, se fue tejiendo una relación con las preguntas por el sostenimiento de la vida, la tierra, el agua y los cuidados a múltiples niveles. Generalmente, los grupos en los que participé en relación con los comunes estaban compuestos en su mayoría por personas que migramos de otros países de América Latina y del sur de Europa (7). A través de este hilo, emergieron las conexiones singulares con los feminismos que han ido desplegándose en estos últimos años, con las preguntas que los nutren de diferentes maneras al apostar por otros horizontes de sostenimiento de la vida.
¿Cómo imaginamos un mundo en el que la cárcel no exista como forma de “solucionar” y “responder” a una multiplicidad de problemas que fueron generados y creados por el capitalismo?
En la ola de #MeToo, en Estados Unidos, empezaron a surgir una serie de preguntas claves sobre la relación que necesitábamos establecer entre el universo de la denuncia, que usualmente se engarza con el sistema judicial y penal patriarcal, y la incomodidad que la exigencia de más penalización implica para quienes venimos del universo abolicionista penal donde el énfasis está puesto en cómo terminamos con las relaciones abusivas en medio de un sistema capitalista abusivo (8). Esa incomodidad ha sido productiva para la gesta de diferentes movimientos en los últimos cinco años y ha permitido empezar a enhebrar toda una serie de preguntas sobre los múltiples sentidos que puede tener hablar de justicias desde los feminismos populares.
Este libro se inscribe en ese campo. Comenzó en la forma de talleres sobre “Mujeres, luchas sociales y feminismos” en 2018 y “Feminismos y justicias. Diálogo sur-norte” en 2019, con las compañeras del Colectivo Minervas en Montevideo. Tras los talleres, me vino la idea de transformarlos en capítulos, porque las conversaciones habían sido importantes para abrir y conectar horizontes que surgen del abolicionismo del ideal punitivo en lo que llamaré aquí “los sures del norte” y los que emergen de la lucha por el sostenimiento de la vida en los feminismos que laten en lo que llamo los “sures del sur.” Desde Harlem, militando en ese horizonte que llamamos a veces el “acallá” para hablar del vivir siempre un poco acá y un poco allá con el corazón, el amor y el deseo de un mundo que sea justo y sin violencias, este libro ha sido un modo de procesar ese estar siempre en muchas partes que también implica políticamente estar en luchas que no necesariamente comparten una misma lengua. En ese sentido, el tejido viene de aprendizajes que espero sean útiles a otras personas, aun desde la crítica. También, y sobre todo, creo que las palabras abren universos y nos conectan. Cuando hacemos internacionalismo, nos queda siempre pendiente la posibilidad de compartir historias de saberes que nacen en las luchas tras la urgencia de coordinar acciones, firmas, etc.
Este libro viene de un deseo de hilar formas de lucha y análisis que no siguen un formato nacional ni se ajustan a una división entre norte y sur como unidades monolíticas y homogéneas. Al participar en luchas anticarcelarias y feministas, la noción de un “norte” que es todo rico, todo conservador y todo acrítico borra una multiplicidad de luchas políticas que no son nuevas, sino que cuentan con muchas historias a lo largo del tiempo. La capacidad de entender el colonialismo interno en un país imperialista implica también la posibilidad de articular conexiones con otros lugares. No son noticias de la CNN ni libros de historia oficial, incluso desde las capturas permanentes que se hace a las luchas antirracistas.
En este sentido, articular historias que nos conectan a partir de problemas que se visualizan y pueden percibirse como comunes tiene que ver con un deseo histórico y filosófico en el que trazamos geografías posibles desde la afectividad y el deseo de poder seguir cohabitando una tierra cada vez más destruida. Se trata de un libro que surge de saberes que han emergido desde luchas recientes y de cómo estos saberes me hicieron ir más atrás en el tiempo, para comprender líneas subterráneas que hablan una lengua que nos dice e inspira mucho en el presente.
Desde que terminé el primer borrador del manuscrito en el año 2020, ha habido una proliferación de debates, publicaciones y discusiones en torno a los cruces entre feminismos y antipunitivismos. En aquel momento, cuando lo discutí y compartí con más compañeras, el análisis de los cruces entre feminismos populares y luchas abolicionistas penales eran todavía algo que sonaba raro y cobraba sentido en circuitos subterráneos de lucha contra las cárceles. Sin embargo, en los últimos años, ha habido un giro histórico novedoso en el que las discusiones han salido de una suerte de gueto de algunas militancias para volverse un tema que se ha expandido y popularizado en múltiples circuitos. Esta diseminación nos habla de una urgencia que habitamos en este presente de fuerte militarización de la vida e intensificación de las violencias machistas.
Aunque me ha sido imposible incorporar todas las discusiones y materiales que se han generado desde entonces, es importante atender al hecho de que la proliferación de palabras y procesos imaginativos nos permiten semillar algo que hasta hace poco parecía ser de otro planeta.
Así, luchar por un mundo sin violencia feminicida ni sistema carcelario se ha ido engarzando con el deseo de transformar todos los aspectos de nuestras vidas, que las luchas feministas recientes pusieron en la mesa desde sentidos concretos que despliegan nuevos horizontes políticos.
Finalmente, quiero hacer dos aclaraciones sobre el uso de las palabras mujeres y abolición. Cuando hablo de mujeres, remito a un abanico amplio e inclusivo de mujeres trans y travestis, disidencias y cuerpos feminizados, sobre todo comprendiendo mujeres como sujeto político. En el trabajo con textos históricos, uso la palabra mujeres tal y como aparece en esos contextos. Al hablar de abolición, remito siempre a la abolición del sistema industrial penal que es la forma en la que la palabra se articula políticamente desde la lucha anticarcelaria.
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(1) Se puede ver información sobre el movimiento en “#MeTooBehindBars Lawsuit and Grassroots Campaign” de la Coalición de Mujeres Presas de California (California Coalition for Women Prisoners) en https://womenprisoners.org/ y el panfleto “Conoce tus derechos” (“Know your rights”): “MeTooBehindBars KNR Pamphlet” en https://nlgsf.org/metoo-behind-bars-kyr-pamphlet/
(2) No existen muchas noticias para referir, pero se puede ver aquí el reporte de Joe Hernández en National Public Radio: “New Jersey is closing its only women’s prison after rampant abuse by guards”, 7 de junio, 2021: https://www.npr.org/2021/06/07/1004075024/new-jersey-is-closing-its-only-womens-prison-after-rampant-abuse-by-guards
Critical Resistance
What is the PIC? What is Abolition?
(5) Ruth Gilmore, Golden Gulag: Prisons, Surplus, Crisis, and Opposition in Globalizing California, Los Ángeles, University of California Press, 2007, p. 28.
(6) Occupy Wall Street emergió en 2011 como un movimiento social heterogéneo que denunció la precarización total de la vida en la sociedad capitalista, proponiendo diferentes líneas de acción y análisis que iban más allá de la protesta, para generar capacidad colectiva de abrir alternativas al sistema. A partir de la ocupación de la plaza Zuccotti, que comenzó el 17 de septiembre de 2011 en el distrito financiero de Wall Street en Nueva York, se fueron multiplicando formas de ocupar lugares en diferentes barrios y ciudades del país. El discurso de Occupy se agrupó bajo la idea del 99% (“We are the 99% / Somos el 99%”), apelando directamente a la desigualdad en la distribución de la riqueza, concentrada en el 1% de la población y a la realidad de una vida organizada en torno al endeudamiento. Se usó la consigna “occupy” para abrir otro tipo de reflexión política capaz de resistir los efectos del capitalismo financiero y crear diferentes alternativas en todas las áreas de la vida. Así, se crearon grupos de trabajo destinados a reorganizar y re-imaginar formas de educación, economías alternativas y solidarias, formas de energía no destructoras del planeta, cooperativismo, arte y trabajo, teatro y cine colectivos.
Una singularidad del movimiento fue su carácter conectivo y transversal, sobre todo considerando la historia de un país como Estados Unidos, en donde hay un interés político fuerte en dividir los movimientos y en guetizar las formas de entender diferentes identidades en casillas fijas y separadas. Occupy abrió otro tipo de experiencia política que se alejaba también de la figura del activista profesional y la financiación de las ONG.
Dentro de este mapa, lo común emergió como una forma de poner en lenguaje el deseo de construir otros tipos de vida y comunicar y conectar diferentes realidades sociales, atravesadas sin embargo por problemas compartidos. Mucho de la organización en torno a los comunes vino del cruce de experiencias internacionalistas en ese momento, sobre todo en conexión con el movimiento desplegado en el sur de Europa.
(7) En el momento posterior al allanamiento policial para evacuar la plaza ocupada, la organización en torno a lo común permitió conectar y tejer lo que los diferentes grupos de trabajo seguían elaborando, volviéndose un espacio clave de encuentro. A partir de la organización del primer foro de OWS sobre los comunes en febrero de 2012, se abrió un espacio de reflexión y conversación para hacer visibles lógicas y relaciones sociales que no pasaran por los circuitos capitalistas de la deuda y el dinero (economía solidaria, luchas por el derecho a la vivienda, jardines comunitarios, propuestas de educación y universidad libre, grupos de estrategias comunitarias para lidiar con el daño y la supremacía masculina, cooperativas de granjerxs en el ámbito rural de Nueva York, historias de organización del trabajo doméstico y cuidados, estrategias para producir energía alternativa, etc.). Como dijo Silvia Federici al abrir el primer foro de los comunes, era importante plantearnos lo común como horizonte de lucha y generar redes dentro de un mapa más grande de acción a largo plazo. Diferentes crónicas del momento apuntan a explicar ese tejido, véase Alexa Bradley, “Making new worlds possible. A report from the Occupy Wall Street Forum on the Commons”, disponible en https://www.onthecommons.org/magazine/making-new-worlds-possible; Amador Fernández-Savater, “Occupy después de Occupy. Entrevista con Begoña Santa-Cecilia, Luis Moreno-Caballud, Susana Draper y Vicente Rubio”, 21 de setiembre, 2012, disponible en: https://www.eldiario.es/interferencias/ occupy-wall-street-aniversario_132_5424176.html; Vicente Rubio Pueyo y Susana Draper, “Making Worlds: los comunes y la práctica del encuentro”, Teknocultura 10.1, 2013, pp. 231-244.
(8) Sobre la tensión en torno a la consigna del #MeToo, ver Where Freedom Starts: Sex Power Violence #MeToo. A Verso report, Nueva York, Verso, 2018.