Alessandra Chiricosta incursionó desde muy joven en las artes marciales, desde ahí delineó su carrera académica y su producción filosófica. Especializada en culturas del sudeste asiático y experta en estudios de género. Tiene una personalidad inquieta y curiosa que la ha llevado a recorrer un camino particular dentro de la academia occidental.
Vivió cerca de diez años en Vietnam, donde conoció experiencias de mujeres combatientes que participaron en distintas guerras. Allí aprendió de sus formas de organización social y política, así como de sus concepciones en torno al cuerpo. Artes marciales, pensamiento filosófico y feminismos se cruzan en su vida como prácticas de autoconciencia y liberación.
En agosto, estuvo en Buenos Aires presentando su libro “Contra el mito de la fuerza viril” y participó de un Congreso de Mujeres Filósofas en la Facultad de Filosofía y Letras. También realizamos dos actividades en conjunto con Ni Una Menos, una de ellas fue un taller teórico-práctico de autodefensa combatiente.
Su libro “Contra el mito de la fuerza viril” generó una discusión significativa al interior del colectivo editorial acerca de los roles que adopta cada corporalidad en el espacio de trabajo político-militante, sobre cuáles son las expectativas manifestadas o implícitas respecto a nuestra presencia o colaboración.
Este libro generó una discusión significativa al interior del colectivo editorial acerca de los roles que adopta cada corporalidad en el espacio de trabajo político-militante
El libro se estructura en tres partes: las palabras previas de la editorial, una entrevista realizada por Verónica Gago y un breve ensayo sobre la guerra que escribió para el curso “Mapa de guerras” impartido por Tinta Limón en CLACSO. Este libro es una primera aproximación a sus ideas en Argentina.
Chiricosta sostiene que la filosofía es algo que parte de los cuerpos pero trasciende más allá de ellos, tomando prestadas tácticas de las artes marciales. Retoma a autoras muy conocidas por nosotras como Carla Lonzi, Angela Putino y la noción de fuerza de Simone Weil.
Tal es la importancia que le da a la noción de fuerza y fuerza de combate que se interesa en cómo la idea del mito de la fuerza viril masculina supone que el hombre es más fuerte que la mujer y, por extensión, que el mundo es binario, que hay un cuerpo que domina y otro que es dominado. Este mito no valida la existencia de otras corporalidades y otras formas de fuerza. Evidencia que esta virilidad patriarcal también constituye un orden epistemológico que produce efectos auto-inhibitorios en determinados cuerpos, generalmente de mujeres, personas feminizadas, trans o niñes.
Chiricosta trae el mito de la fuerza viril y la necesidad de desarmarlo para entender otros tipos de fuerzas y desvincularla de su asociación a un género específico y a la violencia de la aniquilación; buscando ampliar el concepto. Aunque a veces la fuerza o la autodefensa parecen asuntos individuales, Alessandra lo lleva todo el tiempo a lo colectivo, trasladando la reflexión del cuerpo en clave individual hacia discusiones colectivas.
Entonces, el mito de la fuerza viril es la idea de que existe la consecuencialidad género-fuerza (la idea de que los hombres son más fuertes que las mujeres) y cómo esto trae lógicas de fuerza y de relación con los otros en clave binaria y de destrucción. Dirá que este mito está ligado con la guerra (entendida como conflicto en general) para pensar criterios y estrategias. Es clave la idea de estrategia política, además del de autodefensa del cuerpo. Todo el libro es sobre estrategia política. Hablar del mito de la fuerza viril y de la necesidad de salir de las lógicas binarias, de débiles y fuertes, de aniquilación, no nos permite entender otras fuerzas en juego, otras claves necesarias.
Cuando Chiricosta habla de la guerrera amazónica, describe a alguien que no acepta las condiciones que le son dadas en una guerra, sino que está constantemente reinventándolas y repensando el campo de batalla. Esa me parece la estrategia política clave: tenés condiciones dadas, pero podés reinventar los códigos de la guerra. Entender esto desde el propio cuerpo, de los territorios, pero siempre con otros, tanto humanos como no humanos. Ampliar la idea de fuerza hacia esos otros.
En el contexto argentino es clave pensar este libro como estrategia política. A veces parece que estamos en una inmovilidad constante, donde el campo de batalla está siempre puesto por el enemigo. Hoy en día, que estamos defendiendo los derechos humanos, cuestiones que parecían conquistadas, vemos que es el enemigo el que está definiendo el campo de batalla.
En el contexto argentino es clave pensar este libro como estrategia política, donde vemos que es el enemigo el que está definiendo el campo de batalla.
Alessandra habla de la fuerza y la transformación para modificar el presente. Ampliar la fuerza. Durante el taller de autodefensa hablaba del equilibrio, de conocer tu cuerpo para conocer también el cuerpo del enemigo. En este sentido, trae el cuerpo a la filosofía, ponerlo en el centro como el feminismo bien sabe hacer. Volver a los cuerpos para entender cómo son socializados de determinadas maneras y cómo eso genera realidades concretas.
Retomando el tema de la estrategia, casi todos tenemos incorporado el término por el lado de lo militar o el mundo empresarial. La idea de la estrategia empresarial es un invento moderno de la profesionalización de la dirección ejecutiva nacida en escuelas de negocios de Estados Unidos a finales del siglo XIX. La Warton School Economics enseñaba a los ejecutivos a controlar trabajadores rebeldes y organizados sindicalmente. En su plan de estudios incluían las características de las huelgas y cómo prevenirlas. Esto lo retoman otras escuelas como Harvard, con la idea de pensar la estrategia para controlar grandes cantidades de capital y trabajadores bajo un mando único.
Chiricosta no tiene nada que ver con este enfoque de la estrategia, por eso me parece importante contrastar estas ideas. Ella no la asocia al orden jerárquico, a las relaciones de poder patriarcales, sino que se refiere a la invención del campo de batalla, a no imitar al adversario y a no reaccionar bajo los criterios que se nos imponen. Por eso habla todo el tiempo de que se trata de una concepción epistemológica. De ser consciente de qué quieren y qué pueden hacer nuestros cuerpos, cuando despojamos la idea de fuerza de su relación con lo musculoso, lo masculino.
Cuando entendemos que todos los cuerpos tienen distintas características que lo habilitan a distintas formas de lucha, surge también la autoconciencia combatiente, a la que Chiricosta le pone el apellido feminista. Tiene que ver con una conciencia de sí misme, como una práctica liberadora.
Esta idea hunde sus raíces en los grupos de autoconciencia que tienen sus referentes en Carla Lonzi en Italia, pero en México también con Francesca Gargallo y otras colectivas feministas. Esta propuesta es una política de recentramiento, de ponerme cómodo para poner incómodo al enemigo que me está atacando. Analizar quién soy, cómo estoy posicionada en el mundo, cuáles son mis posibilidades de movimiento y, en éste recuperar mi eje, saber dintinguir qué tipo de acciones deseo y cuáles me son impuestas. En ese sentido, toda acción que surge de una autoconciencia combatiente se vuelve eficaz, ya que está contrarrestando el mito de la fuerza viril y la lógica de guerra en el sentido europeo que se nos impone.
Otro elemento muy interesante que propone Chiricosta es reconocer nuestras realidades cuerpo-territoriales y leerlas siempre en relación a otres. Entendamos entonces que si la violencia de género, por ejemplo, es de carácter estructural y sistémico, no sirve confrontarlas con técnicas de defensa corporal en soledad, sino que es necesario hacerlo con otres aliades. Autoconciencia y fuerza combatiente es con otres siempre.
Otro punto importante es la reflexión sobre la autoinhibición de los cuerpos feminizados que es el resultado y el efecto cultural de un proceso constante de inferiorización en todos los espacios en que nos desarrollamos. Chiricosta pone el ejemplo de cómo ciertos mecanismos corporales se nos vuelven en contra. Habla del estrés post traumático. Cómo en el aspecto subjetivo introyectamos al enemigo. Esto me hace pensar en mis sueños, cuando alguien me ataca, quiero gritar y no puedo. A veces también nos sentimos inhibidos por ciertos gestos o posturas que tienen otres, como un tono de voz. O cuando estamos en espacios donde el uso de la fuerza física es muy evidente, como entrar siendo pequeña a un gimnasio donde un montón de hombres están practicando kick boxing.
Autoconciencia y fuerza combatiente es con otres siempre.
Chiricosta lanza la pregunta sobre cómo enseñamos a nuestros cuerpos a reaccionar desde su propio centro y no desde la autoinhibición, entonces propone la autodefensa no solo desde lo corporal, sino también como una forma de abordar al enemigo introyectado y contrarrestar en la práctica política y teórica esta inferiorización de nuestros cuerpos.
Más que ser una filosofía de la guerra y la violencia, su reflexión nos propone una filosofía del cuerpo y del deseo enraizadas en las filosofías asiáticas y el taoísmo. Chiricosta habla de pensar en flujos, en movimientos, recupera la teoría de los cinco elementos, en las raíces del árbol que toma su fuerza de abajo o en las cascadas. Un montón de fuerzas complejas, naturales, no necesariamente humanas. Estas fuerzas se mueven, hacen alianzas, se ensamblan con fuerzas mayores y de ahí viene su potencia.
Esta idea de fuerza nos hace pensar también en las militancias, en los cuestionamientos sobre la potencia colectiva, con quiénes nos aliamos si lo vemos como un campo de batalla. ¿Qué fuerzas es necesario activar para realizar el mundo que queremos? ¿Qué estrategias y herramientas nos damos o creamos? ¿Qué campo de batalla redefinimos? ¿Qué significa vencer y en qué contextos?
Es importante hacer valer una cultura de los antecedentes. Aquí hay una herencia de la estrategia y el combate que viene de la historia de emancipación y liberación humana, estrategias insurreccionales o revolucionarias del siglo XIX y XX. Chiricosta propone también recuperar toda la historia de las artes de combate inventadas y reproducidas por mujeres o por pueblos no europeos. Un ejemplo es la guerra de Vietnam, donde la impronta era la fuerza del agua. O también el hecho de conocer la selva en las tácticas de las guerras de guerrillas. Y traemos también la estrategia insurgente del EZLN en Chiapas o el confederalismo democrático del PKK en Kurdistán, asociado a una suerte de fuerza ecológica, una gestión de fuerzas compleja caracterizadas por un ensamblaje, un entramado de diversos ámbitos de la vida en sociedad. Si lo pensamos así, las cooperativas de producción, los espacios de toma de decisiones autodeterminativos, la emancipación de género, el cuidado de la naturaleza, se ensamblan como una estrategia total que se impone al orden civilizatorio que se impone desde la racionalidad de la guerra. Se construye como una propuesta, como un orden societal.
Foto: Manuel Pérez Vizan