Ensayos

A 20 años de la publicación de Calibán y la bruja

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En la nueva edición de este clásico más vigente que nunca, la autora comparte unas palabras previas recordando el contexto en qué lo escribió y cómo la obra se resignifica con el paso del tiempo y sigue siendo un insumo para las luchas.

Grabado de brujas conjurando un chaparrón de lluvia. En Ulrich Molitor, De Lamiis et Pythonicis Mulieribus (Sobre mujeres hechiceras y adivinas) (1489).
Grabado de brujas conjurando un chaparrón de lluvia. En Ulrich Molitor, De Lamiis et Pythonicis Mulieribus (Sobre mujeres hechiceras y adivinas) (1489).

Mientras investigaba y escribía Calibán y la bruja, nunca podría haberme imaginado que el libro tendría tanto impacto. Veinte años después de su primera edición en Estados Unidos, en 2004, el libro ya fue publicado en alrededor de veinte idiomas, incluyendo español, francés, alemán, turco, persa, ruso, vasco y catalán, además de portugués, en Brasil y en Portugal. Y nuevas propuestas de traducción siguen llegando: pronto habrá ediciones en danés y en chino.

Creo que tal influencia se debe a que no me limité a discutir la caza de brujas que ocurrió en los siglos XVI y XVII en Europa y en los países colonizados por los europeos. En cambio, enmarqué la persecución contra las mujeres y sus formas de vida en el contexto histórico de un proceso de transformación radical en el mundo que implicó la transformación de la posición social de las mujeres. Se trata de un proceso que sigue en curso, como lo demuestra la vuelta de las acusaciones de brujería en varias partes del planeta.

En particular, Calibán y la bruja muestra que la caza de brujas y la construcción de la figura de la bruja –una figura diabólica hacia la cual las formas más horrendas de castigo eran consideradas legítimas– fue un instrumento para la imposición de una nueva disciplina sobre las mujeres, directamente relacionada a las nuevas tareas que se esperaban de ellas en el desarrollo de una economía política capitalista y la división sexual del trabajo. De esta manera, Calibán y la bruja se convirtió en una historia de los cambios sobrellevados por las mujeres proletarias y colonizadas y por la organización de la reproducción en la “transición” hacia el capitalismo.

Mis intenciones iniciales, sin embargo, fueron muy modestas. Cuando comencé con el proyecto solo quería demostrar que el confinamiento de las mujeres a las actividades reproductivas y la devaluación del trabajo doméstico no eran producto de un patriarcado trans-histórico y eterno, sino del desarrollo capitalista; y, en particular, que eran producto de la reestructuración de la reproducción social llevada a cabo en Europa en el siglo XIX con la expulsión de las mujeres de las fábricas (donde habían sido puestas a trabajar por largos y agotadores días junto a sus esposos e hijxs durante la Revolución Industrial) para crear así el rol social doméstico para las mujeres, fundamental para la producción y reproducción de la fuerza de trabajo, la mercancía más preciada en el universo de las relaciones capitalistas. Sin embargo, mientras más se ponían de manifiesto las raíces de la devaluación radical del trabajo femenino y a las mujeres como sujetos sociales sufrientes, más sentía la necesidad de volver al principio del capitalismo y más atrás, hacia la crisis del feudalismo. Esperaba que eso revelaría por qué el capitalismo se desarrolló y aclararía la guerra que la clase capitalista en crecimiento libró contra mujeres de “clase baja” en los primeros siglos de su desarrollo. Esto supuso estudiar la lucha de la resistencia popular de los siglos X, XI y XII y la “transición del feudalismo al capitalismo” de los siglos XVI y XVII. Comprendiendo los movimientos heréticos que sacudieron Europa en parte de la Edad Media, por ejemplo, se me hizo cada vez más claro que la “edad oscura”, al contrario de lo que aprendimos en la escuela, no fue un periodo marcado solo por las aventuras de caballeros, reyes y reinas, sino el estadio de una intensa lucha de clases, llevada a cabo por artesanos y campesinos –quienes estaban muy lejos de estar idiotizados por la religión, como suele pensarse–. Cuanto más atrás iba en la historia, más pensaba que “a nadie le iba a interesar esto”. Más aún porque, en los años 1990, cuando llevé a cabo la mayor parte de mi trabajo, el feminismo estaba siendo fuertemente influenciado por la agenda neoliberal promovida por Naciones Unidas con las conferencias en Nairobi (1985) y Beijing (1995). Y a finales de los años 80 y 90 también estaba influenciado por el posmodernismo, que programáticamente se alejó de lo que se llamaron las “grandes narrativas históricas”, privilegiando las micro-historias.

Cuando comencé con el proyecto solo quería demostrar que el confinamiento de las mujeres a las actividades reproductivas y la devaluación del trabajo doméstico no eran producto de un patriarcado trans-histórico y eterno, sino del desarrollo capitalista.

Entonces, estaba segura que le estaba dedicando mi precioso tiempo a un libro que no iba a ser leído. De todos modos, sentía un fuerte impulso de continuar. Estaba convencida de la importancia de conectar la caza de brujas con el desarrollo del capitalismo y las transformaciones que este proceso promovió en Europa y sus colonias y en las nuevas formas de explotación e inequidad social.

Además, mientras investigaba encontré que lugares que conocía en Italia, donde nací, habían sido el escenario de movimientos heréticos y de caza de brujas, un descubrimiento que volvió mi interés político e intelectual más relevante. Obviamente, me sentía culpable cuando me quedaba en mi casa para trabajar en el libro en vez de ir a una manifestación. Pero escribir Calibán y la bruja se convirtió en mi prioridad, y después de algunos años me angustiaba constantemente no poder terminarlo. Esta era mi principal preocupación, por ejemplo, cada vez que me tomaba un avión.

Una vez terminado el manuscrito fue publicado por Autonomedia, recién establecida como una nueva editorial radical. Era un acuerdo conveniente ya que conocía al editor, Jim Fleming, y esto me permitió participar activamente en el proceso de edición. Por ejemplo, en la elección de los grabados, que fueron una de las razones del éxito del libro. Así pude asegurarme de que la tapa fuese una ilustración de una mujer rompiendo su ropa para mostrar sus pechos –una pintura del italiano Giotto (1267-1337) hecha para Capella degli Scrovegni, en Padua, llamada Wrath [Ira]–. La elección de la tapa fue, en parte, por algo que aprendí cuando vivía en Nigeria en los años 80. Supe que uno de los métodos de lucha y resistencia de las mujeres de clases populares durante el periodo colonial era mostrar sus pechos y, en casos extremos, sus genitales. Esto era considerado una maldición, especialmente si eran mujeres mayores quienes, en protesta, se quitaban la ropa, y los hombres les temían. El poder de esta acción sigue vivo. Desde julio del 2002 a febrero del 2003, protestando contra los destrozos causados por la extracción de petróleo, cientos de mujeres ocuparon las terminales petroleras de Chevron, Texaco y Shell a través del delta, muchas desnudándose para frenar el trabajo y el avance de la policía. Así, la tapa original de Calibán y la bruja está inspirada en esta imagen –de inmensa furia y desesperación, pero también de lucha y resistencia–. Mi estadía en Nigeria fue muy importante para la escritura de este libro también de otras maneras. Allí, en los 80, fui testigo del regreso de una nueva fase de “acumulación originaria” y vi cómo estaba acompañada de ataques contra las mujeres, quienes eran acusadas de ser la causa de la crisis que el país estaba viviendo.

Estaba segura que le estaba dedicando mi precioso tiempo a un libro que no iba a ser leído. De todos modos, sentía un fuerte impulso de continuar. Estaba convencida de la importancia de conectar la caza de brujas con el desarrollo del capitalismo.

Sucedieron muchas cosas desde entonces. Hablé sobre el libro en muchos lugares, desde universidades hasta en villas en Argentina –y estoy agradecida con cada persona y colectivo que me invitó–. Quiero agradecer aquí, en esta edición en castellano por el aniversario del libro, especialmente a Sebastián Touza, quien llevó la propuesta a lxs compañerxs de la editorial militante Tinta Limón. Con ellxs, nos reunimos en New York para hacer una entrevista que funcionó como prólogo a la primera edición. Dedico esta reedición a Sebastián Touza, quien falleció por COVID y está en mi más amoroso recuerdo. Quiero también indicar la manera en que la traducción al castellano (1) tuvo la virtuosa trayectoria de ser parte de un enérgico y creciente movimiento feminista en Abya Yala que le dió a este libro múltiples lecturas, usos y debates. Al interior de ese movimiento, he mantenido innumerables intercambios posibilitados por Calibán y la bruja como una herramienta de lucha.

Me gustaría destacar un proyecto que empecé a desarrollar, junto a feministas en España, y especialmente con las mujeres de la editorial Traficantes de Sueños. El proyecto, llamado Memorias de Brujas, fue el resultado de un viaje en el que fuimos a lugares en Catalunya y el País Vasco que fueron escenarios de la caza de brujas entre los siglos XVI y XVIII, donde fueron ejecutadas muchas mujeres.

Lo que nos encontramos en ese viaje fue que, lamentablemente, en algunos lugares la caza de brujas era una atracción turística. Hay tiendas donde podés comprar muñecas que reproducen los estereotipos acerca de las brujas: dientes al descubierto, rostros agresivos, una sonrisa diabólica. Esta imagen es reproducida en decenas de tazas, llaveros y muchas otras chucherías relacionadas a la caza de brujas que propagan un mensaje misógino especialmente contra las mujeres mayores. Esto distorsiona la imagen de la caza de brujas e invisibiliza el hecho de que las llamadas brujas eran mujeres normales que eran perseguidas, torturadas y asesinadas. Así, al volver a Madrid, convocamos a colectivos feministas españoles y empezamos este proyecto, para recuperar la memoria de las “brujas” y volver a contar sus historias. La intención es entender los impactos de la caza de brujas en las mujeres de esa época, y relacionarlas con la realidad actual, cuando los femicidios vuelven a alcanzar altos niveles. Queríamos entender cómo esta nueva ola de violencia está relacionada con los ataques del capitalismo neoliberal en la vida, el trabajo, la reproducción y nuestros recursos naturales. Ya tuvimos dos reuniones en España, y queremos expandir el proyecto a otros países de Europa, para que las mujeres puedan ir a los archivos de sus ciudades en busca de más evidencia sobre este fenómeno. Esto es indispensable.

Las llamadas brujas eran mujeres normales que eran perseguidas, torturadas y asesinadas. La intención es entender los impactos de la caza de brujas en las mujeres de esa época, y relacionarlas con la realidad actual, cuando los femicidios vuelven a alcanzar altos niveles.

Como mencioné, la caza de brujas no es cosa del pasado. El regreso de campañas de asesinatos contra mujeres es un fenómeno que nunca imaginé posible mientras trabajaba en el libro. Pensé que era un capítulo cerrado de la historia de las mujeres. No fue hasta que Calibán y la bruja estaba casi terminado que empecé a aprender al respecto. En los últimos años, hubo cazas de brujas en África, India, Latinoamérica y Papua Nueva Guinea. Incluso Naciones Unidas registró este tipo de femicidios en sus reportes, con números alarmantes. El trabajo que hice en Calibán y la bruja nos ayuda a entender también la caza de brujas actual. Hay una conexión directa entre el proceso de globalización y la nueva ola de persecución de las mujeres. La globalización es un proceso de acumulación basado en el despojo, la expropiación y la imposición de intensas formas de explotación de la naturaleza y del cuerpo. Esto es un ataque directo sobre la reproducción de la vida, especialmente en comunidades campesinas e indígenas. Y, como sabemos, la guerra contra la reproducción es una guerra contra las mujeres. La caza de brujas actual produce una nueva campaña de disciplinamiento para prevenir que las mujeres asuman roles más autónomos en la sociedad, para mantenerlas subordinadas a los hombres y al capital y, por ejemplo, para expropiarles el acceso a la tierra. Esta campaña fue promovida especialmente por sectas cristianas fundamentalistas, que asisten la expansión del capital, a través del avance de compañías extractivistas y programas de ajuste estructural que fueron impuestos a países que habían sido colonizados.

El regreso de campañas de asesinatos contra mujeres es un fenómeno que nunca imaginé posible mientras trabajaba en el libro.

Como en el pasado, las iglesias, las elites locales y el capitalismo internacional actuaron en conjunto en contra de las mujeres, asociando la pobreza con la adoración al diablo, resultando en la muerte de las acusadas, ya sean adultas, mujeres mayores o incluso niñas. Esto está ocurriendo en muchos lugares de África. La relación entre la caza de brujas y la expropiación de la tierra es cada vez más evidente. Hoy en día, en muchas partes del mundo, se sufre de escasez de tierras debido al avance de la minería, la extracción de petróleo y la agroindustria. Los conflictos se intensificaron. En este escenario las mujeres son siempre las primeras víctimas. Me referí brevemente a este proceso en la última parte de Calibán y la bruja y también en el último ensayo titulado Brujas, caza de brujas y mujeres.

Más recientemente, publiqué un artículo sobre el tema en la revista Scientific American, co-escrito junto a Alice Markham-Cantor –ella misma descendiente directa de una mujer asesinada en Estados Unidos en 1692 después de ser acusada de brujería–. Alice y yo también aparecemos en el documental A Witch Story [Una historia de brujas] de Yolanda Prividal, que se estrenó en 2022.

Hoy, hablar sobre brujas está en boga. Hay una nueva generación de feministas que están muy interesadas en el tema. Dicen y cantan: “Somos las nietas de todas las brujas que nunca pudieron quemar”. Esta identificación es muy importante, en tanto es una demostración de solidaridad con las mujeres rebeldes del pasado. Sin embargo, también hay una preocupante explotación comercial de la brujería y la magia, con la venta de todo tipo de productos, desde ropa hasta cristales y otros artefactos que las brujas supuestamente usaban al hacer magia. Además, recientemente hubo una producción de películas y series de ficción sobre el tema. Ya sabemos que el capitalismo convierte todo en mercancía. Frente a esta realidad, insisto en que antes de romantizar el universo de la magia, es necesario saber la verdadera historia de cientos de miles de mujeres que fueron torturadas y asesinadas acusándolas de brujería. También es necesario reconocer que esta historia todavía no terminó. Como ya mencioné, la caza de brujas continúa propagando dolor y sufrimiento alrededor del mundo. Por lo tanto, es necesario saber la verdadera historia de las “brujas”, expresarlo en términos políticos y conectarlo con otras formas de explotación de las mujeres.

Es necesario saber la verdadera historia de las “brujas”, expresarlo en términos políticos y conectarlo con otras formas de explotación de las mujeres.

Por esto, Calibán y la bruja sigue siendo muy actual. Y estoy segura que seguirá siendo relevante durante mucho tiempo. Lamentablemente esto se debe a que los problemas continúan en agenda. Pero también significa que las mujeres están luchando por construir una perspectiva ampliada sobre la caza de brujas. En cuanto a Calibán y la bruja, soy conciente que no es un libro simple: leerlo requiere dedicarle tiempo, energía y comprensión. Pero la forma en la que el libro se difundió por el mundo demuestra que es posible comunicar conceptos complejos al mismo tiempo que democratizar el lenguaje teórico. En una de las ocasiones, cuando estaba en Argentina, un grupo de mujeres de la Villa 31 en Buenos Aires me dieron dos grandes pedazos de cartón donde habían escrito las ideas principales del libro. Esto me llenó de alegría. Espero que a más mujeres alrededor del mundo les continúe inspirando esta historia.

Nueva York, Estados Unidos

Enero de 2023

(1) El libro fue traducido por Sebastián Touza, excepto del último capítulo, realizado por Verónica Hendel.

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